La hermana de Maricarmen no perdió ni un segundo y llamó al 112 tras ver que su hermana estaba padeciendo síntomas similares a un ictus. La ambulancia la llevó al Hospital Virgen del Rocío
Los médicos vieron que tenía un coágulo que era el responsable del infarto cerebral y empezaron con el tratamiento para deshacerlo, lo que se denomina en el argot médico fibrinólisis. Esta no funcionó y optaron por abrir la arteria obstruida con un stent, que tras cinco intentos tampoco resolvió el problema. A las 72 horas el coágulo, milagrosamente, desapareció y el equipo de Francisco Moniche le ofreció un tratamiento innovador: usar sus propias células de la médula ósea para acelerar la recuperación de la zona del cerebro que ha sido dañada por el ictus.
«Este tratamiento aún se está estudiando y no se puede utilizar en todos los pacientes. Está en lo que denominamos estudio fase II, en el que se analiza y valora la seguridad del tratamiento, que ya ha sido demostrada, y faltan otras fases para que se pueda hacer en todos los enfermos con ictus isquémicos discapacitantes», asegura el neurólogo Francisco Moniche, del Servicio de Neurología Hospital Universitario Virgen del Rocío, quien también trabaja en el Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBiS), que añade que los pacientes que más se van a beneficiar son los que más secuelas tienen.
El procedimiento consiste en utilizar células madre de la médula ósea del paciente, que se extraen de la cadera, procesarlas en el laboratorio y luego ponerlas en la zona cerebral dañada y anulada por el infarto.
La extracción de células la hacen los hematólogos, que son los encargados de procesarlas en el laboratorio. En unas dos o tres horas eliminan, utilizando una serie de filtros, las células que no interesan para el trasplante y se quedan sólo con las que luego se vuelven a poner. «No duele, se hace con anestesia local y, además, se suele hacer en el lado del cuerpo afectado por la parálisis del ictus, que tiene menos sensibilidad», apunta el neurólogo.
Una vez que se tienen las células procesadas y tratadas, se inyectan dentro de la arteria que llega al cerebro para que puedan alcanzar la zona dañada. «El objetivo del tratamiento es ayudar al tejido que está alrededor de la zona infartada que sí puede volver a hacer sus funciones, ya que son zonas que asumen las tareas de la dañada, para que el cerebro pueda seguir funcionando. Es un mecanismo cerebral innato que intentamos potenciar implantando células madre de la médula ósea».
Las cifras sobre la enfermedad no son nada alentadoras. Según datos del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (GEECV-SEN), el ictus es la primera causa de mortalidad entre las mujeres españolas y la segunda en los varones. A consecuencia del ictus mueren cada año unos 40.000 españoles.
Para intentar paliar esa discapacidad permanente que aparece tras un ictus, Francisco Moniche lleva años trabajando con el autotrasplante de células madre de médula ósea. El proyecto ahora se encuentra en fase II y cuenta con la financiación de las Ayudas a la Investigación en Salud de la Fundación Mutua Madrileña.
Por ahora, sólo se puede aplicar este tratamiento en pacientes con ictus isquémico agudo incapacitante y no puede pasar más de una semana desde el ictus para hacer el autotrasplante. Para el tratamiento con células madre el tiempo también es oro en el ictus. El proceso de reparación del cerebro en los primeros días es más receptivo. Por eso, se tiene que hacer pronto, cuanto antes mejor, así se intenta recuperar la mayor cantidad de tejido cerebral posible.
FUENTE DE LA NOTICIA elmundo.es
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