Un infarto de miocardio se caracteriza por la muerte de una porción del músculo cardíaco al obstruirse una arteria coronaria. Debido a la obstrucción se suprime el aporte sanguíneo y, si el corazón carece de oxígeno durante demasiado tiempo, el tejido de esa zona muere y no se regenera.

El Centro Nacional de Investigación Cardiovascular (CNIC) dirige un proyecto de investigación – CAREMI (Cardio Repair European Multidisciplinary Initiative), y en el que participa de manera muy destacada el Centro de Cirugía de Mínima Invasión Jesús Usón (CCMIJU) de Cáceres- con el que está consiguiendo unos resultados muy positivos. Tanto es así que ya se ha dado el paso para iniciar las pruebas con pacientes.

«Las enfermedades cardiovasculares constituyen actualmente la primera causa de muerte y, según datos de la Organización Mundial de la Salud hasta el 2030 lo van a seguir siendo. El infarto de miocardio constituye la mitad de esos fallecimientos», explica Francisco Miguel Sánchez Margallo, investigador principal de este proyecto.

El objetivo del CAREMI es reparar las células que han muerto o regenerar el tejido dañado del corazón. «Aunque la implantación de la angioplastia y la endoprótesis ha reducido la tasa de mortalidad, aún no se dispone de técnicas para la reparación de los tejidos dañados», apunta Sánchez Margallo.

En la relevancia de las enfermedades cardiovasculares y calidad de vida de los pacientes se apoya este proyecto que, mediante la utilización de células madre de origen cardiaco, pretende aportar una solución a las personas que han pasado por un cuadro clínico en el que se ha producido la necrosis de una parte del músculo cardiaco.

En el proyecto CAREMI están implicados tres grupos clave de trabajo a nivel nacional «Nosotros somos la plataforma experimental donde se emplean las células en animales, con unas condiciones muy establecidas y un seguimiento muy estricto», expone Sánchez Margallo.

A grandes rasgos, lo que se hace en el centro es generar modelos de infartos en animales grandes, en concreto cerdos («porque tienen un comportamiento muy similar al de los humanos», asegura el investigador principal), y aplicar un tratamiento con células madre para tratar de regenerar los tejidos y las células de las zonas que han quedado sin riego sanguíneo durante un periodo de tiempo. Una vez que se aplica el tratamiento, se practica un seguimiento a los animales para ver su evolución.

Para todo este proceso, en el CCMI hay dos departamentos trabajando: el de Diagnóstico y Terapéutica Endoluminal, encargado de crear los modelos de infarto, administrar las células madre y hacer el seguimiento, y el Laboratorio de Terapia Celular, que debe cultivar dichas células.

El proyecto comenzó en el año 2010 y el primer paso fue poner a punto el modelo de infarto. Es necesario que los daños en el músculo cardiaco sean muy similares entre los distintos grupos para poder estudiar la recuperación de los animales en conjunto. «Esto tardó un año y a la vez hacíamos estudios en animales sanos, porque el estudio lleva controles. Es decir, hay animales que no se tratan, para ver la comparativa en la evolución de los que reciben el tratamiento y los que no. Es la única forma de ver la magnitud de eficacia que tiene el tratamiento», afirma Verónica Crisóstomo, jefa de proyecto e investigadora del departamento de Diagnóstico y Terapéutica Endoluminal.

El segundo año se dedicó a los estudios de tiempo y de dosis. En esta fase, se valoró la posibilidad de administrar las células madre el mismo día que se generaba el infarto. «Vimos que era más efectivo hacerlo a la semana. Igual que probamos si eran más efectivas las dosis de 25 o de 50 millones de células madre y elegimos la primera», reconoce Crisóstomo, mientras añade que lo de las dosis ha durado algo más de dos años y que en la actualidad están con el procesado de datos.

FUENTE: hoy.es (30/7/2014)

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