A principios de 2016, con tres años, Sara comenzó a quejarse de fuertes dolores de tripa, aunque sus padres no se preocuparon de verdad hasta que comprobaron que era un dolor para alarmarse: “Lloraba muchísimo y observamos que hasta a la hora de andar algo había cambiado”, cuenta la madre. Tras varias visitas al médico y después de hacerle las pruebas pertinentes les dieron la fatal noticia: “Tenía cáncer. Un meduloepitelioma paraespinal”, un tipo de cáncer muy raro, tanto que “no llega a un caso al año en todo el mundo”.

Es un tumor que suele manifestarse en el cerebro, por lo que se denomina cerebral, pero el caso de Sara es todavía más excepcional si cabe, porque se lo detectaron en la espalda: “Es como si tuvieses un cáncer de pecho en la oreja”, explica de forma muy gráfica su madre. De hecho, todas las muestras que se le han tomado a Sara durante el tratamiento las está analizando un científico de California. Según la madre de Sara, es uno de los pocos especialistas que ha escrito “algo” sobre este tipo de tumor.

Después de la detección, vino el tratamiento. Pero como factor añadido de su rareza, el meduloepitelioma paraespinal es además inmune a la radioterapia y a la quimioterapia. No por eso se rindieron los médicos. Había que hacer “todo lo posible” y así lo hicieron. “Si el tumor era inmune nosotros tampoco queríamos hacer sufrir en balde a Sara, pero los médicos nos dijeron que había que intentarlo de todas las maneras y estuvimos de acuerdo”. Si al final la enfermedad era irreversible “ya nos lo comunicarían”.

Por fortuna, no fue necesario y el tumor reaccionó a los tratamientos. “Comenzamos con ciclos de quimioterapia. Pararon el tratamiento hacia la mitad para poderla operar y seguimos con la quimioterapia. Después vino el autotrasplante de las células madre y luego la radioterapia. El proceso ha durado un año”.

FUENTE y FOTO noticiasdegipuzkoa.com (Julio 2017)

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